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El Dr. Bach fue un iniciado, un ser de luz profundamente esotérico, clarividente y transpersonal. Un elegido para transmitir un mensaje de amor a la humanidad. A todo ello sumó su capacidad científica, sus dotes de investigador incansable. Él logró en su propio ser y en su obra, unificar occidente y oriente, el gran abrazo que la ciencia está protagonizando con la mística.
Edward Bach nació el 24 de septiembre de 1886 en Moseley, un pueblo ubicado a cinco kilómetros de Birmingham, Warwickshire. Era el hijo mayo de una familia con dos varones y una niña.
Desde bebé tuvo una salud delicada y debido a eso fue un niño que requirió muchos cuidados durante sus primeros años de vida. Su salud fue mejorando a medida que crecía.
Siendo muy pequeño se destacó por su firme determinación y perseverancia para encarar sus objetivos. Tenía el poder de concentración que cuando algo despertaba su interés, nada ni nadie lograba distraer su atención.
A pesar de sus problemas de salud, era un niño muy vital, travieso y aventurero. Le gustaba mucho jugar, era intuitivo y sensible.
Su familia provenía de Gales, como lo indica el apellido Bach, y él sentía un profundo interés por todo lo relacionado con esa tierra. Había heredado una naturaleza idealista e intuitiva, el amor por todo lo bello y una hermosa voz, característica de los nativos de esa comarca.
Su amor por Gales lo hizo viajar hacia allí en varias oportunidades. Durante los años escolares pasaba sus vacaciones recorriendo los poblados galeses, las montañas, durmiendo donde podía. Disfrutaba del contacto con la naturaleza, era feliz entre las flores silvestres, los pájaros, los árboles.
Años más tarde, cerca de uno de los ríos de montaña donde había paseado desde niño, descubriría el primero de los remedios florales que lo hicieron famoso. Y también en la paz y tranquilidad de un pueblo galés, elaboraría los principios de su sistema de medicina floral.
Desde joven fue muy independiente. Era positivo, tenía un gran sentido del humor, le gustaba mucho divertirse y, sin embargo, tambíen se volvia silencioso y solitario en ocasiones. A veces le gustaba vagabundear solo por la campiña, o quedarse horas en silencio contemplando los árboles y las flores.
Desde que era un niño quiso ser médico. Tenía una gran vocación de servicio. Todo ser humano o animal sufriente despertaba su compasión e inmediatamente buscaba la forma de aliviarlo. Esta actitud solidaria y compasiva fue su cualidad más destacada y le ganó el cariño de todos los que lo conocieron.
Frecuentemente, mientras asistía a sus clases en la escuela, imaginaba y esperaba ansiosamente el momento en que podría comenzar su trabajo como médico. Su mayor sueño era encontrar un método simple para curar las enfermedades. También imaginaba que de sus manos emanaba un poder curativo y que podía sanar a los enfermos con sólo tocarlos. Estos sueños no fueron sólo fantasías infantiles, sino premoniciones de lo que sucedería en su futuro. Años más tarde, siendo médico, descubrió un sistema curativo basado en flores silvestres y supo que, efectivamente, tenía poderes sanadores. Numerosas personas sanaron por estar en contacto con él.
Su meta de encontrar un método curativo simple e inocuo se convirtió en convicción y en el centro de su vida. Durante todos los años en los que ejerció la medicina como patólogo, bacteriólogo y homeópata, su único objetivo era encontrar remdios puros, naturales y simples para reemplazar los tratamientos médicos tradicionales y complicados, que no garantizaban la curación de los enfermos.
Edward Bach no era sólo un soñador. Desde niño, su certidumbre, la claridad e intensidad de sus propósitos, su perseverancia e interés por todas las cosas, forjaron la personlaidad de un genio. Como la mayoría de los genios, frecuentemente andaba solo. Pocas personas podían seguirlo y comprender la determinación de alguien que conocía desde muy pequeño su misión en la vida y no estaba dispuesto a que nadie ni nada interfiriera con la concreción de su meta.
En su vida tuvo dos grandes pasiones: una irresistible compasión por todo ser sufriente y el amor a la naturaleza, los árboles, las plantas, las flores. Sus dos pasiones combinadas lo llevaron a descubrir el método curativo que buscaba. Un amor ayudó al otro, ya que encontró en el almacén de la naturaleza las flores silvestres para curar y ayudar a todos los que se encontraban en la enfermedad y el dolor.
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